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Las cosas como son. 29 Marzo 2024
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NAVIDAD BADAJOZ
La Navidad es un tiempo especial. Semejante tópico pasaría desapercibido si no fuera porque se trata de una realidad fuera de toda duda y que, aun repitiéndose año a año, siempre tiene algo de diferente. Hay quienes reniegan de ella mofándose de sus símbolos, despreciando los sentimientos, emociones y recuerdos que genera y tratando, por todos los medios, de argumentar contra una fiesta que tiene matices religiosos pero que es mucho más que religión. No podemos negar, no lo voy a hacer yo, que el mensaje y la iconografía tienen que ver con la tradición, la costumbre, los símbolos y el ritual. De matiz religioso, es verdad, pero, sobre todo, mantiene una estrecha relación con unos principios, unas creencias, con unas doctrinas, con una fe cargada de buenas razones. No hablo, pues, de religión puesto que la Navidad no es católica, ortodoxa o protestante, no es de tradición judeocristiana, grecolatina o romana.

Su perspectiva, su alcance, su penetración es de índole universal porque se trata de una fe que se fundamenta en las creencias más antigua del mundo, en las más vivas, en las más poderosas, en las más atrevidas y, por encima de todo, en las que han sabido adaptarse a los cambios del mundo o, mejor aún, las que han tenido la habilidad de influir en los cambios del mundo. El cristianismo, que los más osados confunden con una religión tratándose como se trata de la doctrina más grande, en todos los sentidos, jamás concebida, ha anclado sus argumentos en todas las transformaciones sociales que han hecho mejorar al ser humano. La historia de los pueblos que han podido pervertir en determinados momentos dicha doctrina no es la historia de una fe que se ha regido por los principios de la paz, la fraternidad, la libertad, la igualdad, los derechos humanos, en definitiva, todo aquello que nos hace mejores y más personas. El cristianismo supera en grandeza a cualquier otra forma de fe porque, en definitiva, cree en la libertad de los que desean creer y en la igualdad de los que comparten su fe.

Todo este razonamiento para concluir que respetar la Navidad es respetar el cristianismo como doctrina, como piedra y fundamento donde se han basado tantos principios universales de convivencia y progreso, es respetar a los millones y millones de personas en el mundo que han decidido creer pero no por ello desprecian a los que creen en otros dioses o en otras creencias. Respetar la Navidad es recordar nuestros orígenes, traer a la memoria la mejor de las patrias, nuestra infancia, aquellos tiempos de inocente felicidad. Respetar la Navidad es creer que es posible la convivencia, la tolerancia y, especialmente, vivir en paz. No despreciamos a los que la desprecian pero deseamos ardientemente compartirla con quienes no pueden vivirla. Por eso, un Belén, la representación visual, casi viva –por el movimiento de sus figuras-, de acontecimientos vividos hace dos mil años y lo que ello ha representado y representa para miles de millones de personas a lo largo de la historia es el mejor homenaje que podemos hacernos todos a nosotros mismos, a los que nos precedieron y a los que nos sucederán, porque, después de todo, lo que estamos legando es una forma de vida que nos hace sentir bien. Espero que, un año más, los diferentes concursos navideños que organiza el Ayuntamiento de Badajoz cuenten con la atención y la participación de pequeños y mayores en una actividad que por tradicional no deja de transmitir su importancia.
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