La colaboración entre el Museo de Bellas Artes de Badajoz y el Archivo Provincial ha hecho posible que la ‘Dama con mantilla’ y el ‘Espadero’ de Nicolás Megía vuelvan a su lugar en el MUBA con todas las garantías para ser disfrutadas muchos años más. Son dos acuarelas de finales del siglo XIX con sello del pacense, nacido en Fuente de Cantos.
Hablamos del final de un minucioso trabajo que se ha extendido alrededor de un mes y que ha estado a cargo de la restauradora y conservadora Esther Tovar. Ella misma ha relatado hoy al diputado, Ricardo Cabezas, en qué ha consistido esta primera restauración de una obra en papel del MUBA, a la que se ha añadido además una desinfección del marco de madera que la recoge para asegurar la integridad al completo de las pinturas.
Para lograr el resultado que ya expone de nuevo en el Museo, se ha tenido que trabajar desde cero por detrás, tratando las marcas de adhesión y mejorando el sistema expositivo para evitar la corrosión del color en ambas acuarelas. En concreto, se ha cambiado el tablero al que adherían para devolverles también luminosidad.
En lo que respecta al marco mencionado, se ha llevado a cabo una conservación preventiva para evitar que insectos diminutos pudieran pasar al papel en el que Megía volcó su arte.
Sin duda, una colaboración entre ambas instituciones de la Diputación de Badajoz que enriquece el patrimonio pictórico público de la provincia.
Cabe destacar, además, que en la visita del diputado han participado María Teresa Rodríguez, directora del MUBA, y Antonio García, jefe de servicio del Archivo Provincial.
Megía, fuentecanteño formado en Madrid, Roma y París
Nicolás Megía dejó los estudios de Medicina para formarse en las artes plásticas a partir del año 1866. De la mano del pintor y profesor, Domingo Valdivieso, Megía inicia su estudios artísticos ingresando ese mismo año en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado de Madrid, donde conocería, entre otros artistas del momento, a Casado del Alisal.
En 1872 consigue una pensión de la Diputación de Badajoz para seguir sus estudios en Roma y París, entrando en contacto con las corrientes europeas, con los acontecimientos de mayor proyección artística y cultural como la Exposición Universal de 1878, y teniendo la oportunidad de conocer a Mariano Fortuny y su obra. En 1881 vuelve definitivamente a Madrid, estableciendo su estudio en la calle Martín de los Heros y participando del mundo cultural madrileño que orbitaba entre el Círculo de Bellas Artes y la Real Sociedad de Acuarelistas, siendo socio fundador de ambas instituciones.
Su carrera como docente comienza en 1886 en la Escuela General Preparatoria de Ingenieros y Arquitectos de Madrid, en calidad de Ayudante en la asignatura de dibujo. En julio de 1892 es nombrado Ayudante Supernumerario de la Escuela Central de Artes y Oficios, para ocupar en noviembre de ese mismo año el cargo de Profesor Numerario del dicho centro. En enero de 1902 tomaba posesión del puesto de Profesor Numerario de la Escuela de Artes e Industrias de Madrid, que se había creado mediante real decreto dos años antes. En septiembre de ese mismo año, Megía toma posesión de una plaza de Catedrático Numerario en la misma escuela citada. En 1907 ocupa nuevamente el cargo de Profesor Numerario en la Escuela Superior de Artes e Industrias de Madrid, volviendo cinco años después a la Escuela de Artes y Oficios como Profesor Numerario, cargo que ocupará hasta su jubilación en 1913.
Su fecunda actividad le hace estar presente en multitud de exposiciones tanto en España como en Francia (París). A la Exposición Nacional de Bellas Artes concurrirá en los años 1881, 1884, 1890, 1895, 1897 y 1906, participando en 1915 en la Exposición de Pintura, Escultura y Arquitectura celebrada en Madrid. En la convocatoria de 1890 recibirá su mayor galardón: Segunda Medalla por la obra de tema histórico La Defensa de Zaragoza. En las exposiciones del Círculo de Bellas Artes participa en los años 1880, 1891 y 1896 así como en las organizadas por la Sociedad de Acuarelistas, entre las que destaca la de 1882. La obra que mayor proyección y reconocimiento le proporciona es ‘Laboremus’ presentada al Salón de París en 1880 y reproducida en los años 1881 y 1886 en la Ilustración Española y Americana y en la Ilustración Artística respectivamente (en la actualidad es propiedad del Museo del Prado). No sería esta su única participación parisina ya que presenta un retrato femenino al Salón de París de 1882.
Su hija Rosario trasladó, tras su fallecimiento, el estudio del pintor a la casa de la familia en Monesterio y, con motivo de la inauguración del Museo de Bellas Artes en 1919, su hijo donó 19 piezas a la Institución.
El MUBA conserva actualmente 38 piezas del artista entre dibujos, óleos y acuarelas.